España, cuna de leyendas y debates apasionados, enarbola una nueva cruzada legislativa que ha puso al mundo de la tecnología en jaque:
Un propuesta, audaz como un caballero en justa medieval, persigue imponer severas multas a las empresas que se atrevan a omitir el etiquetado de contenidos generados por inteligencia artificial
En la mira, los temidos deepfakes y la desinformación, demonios contemporáneos que acechan hasta el más inocente de los usuarios.
Con sanciones que oscilan hasta 35 millones de euros o tiran del bolsillo el 7% del volumen global de negocio, esta regulación coloca a España en la atalaya de la transparencia mundial.
Sin embargo, la implementación de estas etiquetas digitales se enfrenta a un batallón de retos técnicos y prácticos, como si fueran enemigos emboscados en un campo de batalla
La seguridad y la trazabilidad deben resistir los embates de posibles manipulaciones.
Nos encontramos, además, con el enigma moral de definir qué es contenido generado por IA:
¿Acaso cada corrección ortográfica, cada acorde musical compuesto con asistencia artificial, debería llevar una etiqueta como una planta rara en un invernadero?
Los desarrolladores y empresarios en España y sus vecinos hispanoamericanos deben prepararse para navegar en este nuevo océano de regulaciones, mientras que el mundo se asoma, intrigado, a un país que se atreve a liderar con este desafío.
En el horizonte, un futuro omnipresente en IA exige que quizá también lo hecho por manos humanas deba distinguirse claramente.
El tiempo, sabio e implacable, dirá si este camino es el adecuado, pero queda claro que la frontera entre regulación e innovación nunca había sido tan delgada como ahora.
Fuente: Enrique Dans
