Sam Altman, el hombre al timón de OpenAI, hizo una confesión de esas que escuecen en público: durante el lanzamiento del flamante ChatGPT 5, se cometieron fallos a lo grande, y no cualquier falla, sino errores de esos que hacen sudar frío a los responsables de una revolución tecnológica sin precedentes
La flamante máquina representa un salto monumental en el campo de la inteligencia artificial, dejando claras las intenciones de ir un paso más allá hacia la inteligencia artificial general (AGI)
En recientes declaraciones, Altman ha mostrado su inquietud con honestidad brutal: las murallas de seguridad que debían contener a este nuevo modelo no son tan impenetrables como se creía
Y, como si de un presagio se tratara, ha señalado con dedo acusador a los sistemas de seguridad de la banca, al tiempo que advierte de riesgos inminentes que podrían atentar contra algo tan sagrado como la identidad
A pesar del poderío y las mejoras en la capacidad de este nuevo modelo, Altman no se anda con rodeos y admite sin rodeos que las nuevas versiones de su criatura todavía tropiezan cuando se trata de manipular o generar información falsa
Estas palabras, cuajadas de una honestidad poco frecuente, no han tardado en provocar debates candentes entre los gurús y los eruditos de la tecnología
El foco está puesto en las implicaciones éticas y reglamentarias que esta veloz evolución de la inteligencia artificial trae consigo
Fuente: vandal.elespanol.com
