Google desveló un pacto sin precedentes con dos titanes eléctricos de Estados Unidos, buscando rebajar la voracidad energética de sus colosales centros de datos destinados a la inteligencia artificial
La tecnología, a menudo alabada como un oráculo moderno, ha sido un voraz consumidor energético más allá de lo esperado
Hasta ahora, el gigante reconocía con un suspiro, que sus previas proyecciones sobre el consumo eran una quimera disparada en un factor de 12.5

Las cifras difundidas por Mountain View apenas destapaban la superficie
Consideraban el susurro de las respuestas a los usuarios –el arte de la inferencia– dejando en penumbra el entrenamiento, esa bestia insaciable cuya voracidad energética sigue siendo un misterio insondable y caro
Sin embargo, nuevos vientos soplan, y el titán digital afirma haber domado la fiera, reduciendo por 33 el consumo eléctrico y por 44 la sombra de carbono que proyecta cada consulta a Gemini, su niño prodigio de la IA

Este milagro esquivo se ha obrado gracias a modelos más esbeltos y eficaces como el Mixture-of-Experts, unidos a los avances en el hardware de elite, como las TPUs y GPUs, que Google fabrica con celo en su propio seno
La fiebre por la IA generativa, que se ha instalado en el motor de búsqueda como un nuevo credo, ha encendido en el gigante el fervor por una eficiencia infalible durante el proceso de inferencia

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Ser Noticias