En el teatro de la diplomacia internacional, durante la Asamblea General de la ONU, España y Costa Rica protagonizaron una maniobra audaz al presentar el Diálogo Global sobre Gobernanza de la Inteligencia Artificial.

El objetivo de esta iniciativa no es otro que el de impedir que la inteligencia artificial, cuando está en manos de unos pocos, trace caminos de desigualdad y amargas dificultades.

António Guterres, secretario general de la ONU, lanzó una advertencia digna de oráculos: “O gobernamos la IA, o la IA nos gobernará”.

Por su parte, el presidente español Pedro Sánchez alzó la voz con previsiones sombrías sobre los empleos: mientras algunos desaparecerán como el humo, surgirán otros nuevos.

Sin embargo, mucho ojo, alertó, porque el riesgo es grande: millones de personas podrían quedar desprotegidas, mientras que la inteligencia artificial podría ampliar la ya dolorosa brecha global, debido a una crónica falta de infraestructura, inversión o talento en muchas naciones.

La regulación propuesta de la IA se comparó con la creación del Organismo Internacional de Energía Atómica, destacando sus capacidades duales: un motor de progreso humano o un agujero negro de desigualdad y peligros.

El mensaje fue claro como el cristal: la comunidad internacional debe reunir esfuerzos para evitar que la inteligencia artificial se convierta en una pesadilla para la democracia.

Para los empresarios y desarrolladores, esto marca una llamada de atención urgente.

En España y a lo largo de Hispanoamérica, es momento de invertir en talento y tecnología, antes de que la corriente de la IA arrastre con sus voraces aguas las oportunidades de progreso.